Guarijíos, “los que andan por la tierra.

“Los que andan por la tierra”, en su andar, se hacen llamar “macurawi” y son reconocidos como “guarijíos”.  Entre cimas y simas de la Sierra Madre Occidental habitan entre Chihuahua y Sonora, en las cercanías del río Mayo, donde al pasar se escuchan los ecos de la lengua autóctona, guarijío, derivada del tronco lingüístico de la gran familia yuto-azteca.

Cuentan los “macurawi” que cuando Dios quiso poblar la sierra cogió barro y con él les dio forma y razón, morenos y fuertes, y así los echó a “andar por la tierra”, a que “agarraran la tierra”. Faltándole material para concluir su obra, tomó cenizas que revolvió con agua para modelar a los “yori” (mestizos y blancos).

Los “macurawi” festejan los ciclos agrícolas, festejan al Dios creador de todos los seres, representado por una cruz (símbolo en el que se manifiesta el sincretismo de las religiones autóctona antigua y la cristiana); festejan la vida y lo hacen bailando. Baila el “maynate” (rezador) ante la cruz en la “cava-pizca”, bailan la “tugurada”, bailan la “pascola” en Semana Santa y en Día de Muertos. Los músicos tocan arpa y violín. Las mujeres bailan para pedir por la lluvia y por las buenas cosechas. A la Santa Cruz le bailan; beben tesgüino y tepache (de arroz) y bailan; beben bacanora, batari o mezcal y bailan. Comen pozole y tamales… y bailan.

Hasta mediados del siglo XX, las mujeres “macurawi” usaban faldas sin blusa; los hombres, zapeta, y así “andaban por la tierra”, portando sombrero de palma que los distingue como “macurawi”.

“Andando la tierra”, han llegado a conocerla al grado de dominar el uso de 123 plantas comestibles y 17 medicinales que durante la época de lluvias nacen.

Los “macurawi” transforman la tierra en recipientes de barro, llamados “sigorí”; a la palma la transforman en bolsas, a las pieles de los animales en “tehuas” (zapatos) monturas y chaparreras. Así, con sus artesanías, los Macarawi, de barro, bailando “andan por la tierra”.

Colaboradores: Eduardo Lid y Ana Karen Quiroz.

Foto: Isaac Arias/DGCP

Con información de la CDI

Manuel Bolom Pale

Manuel Bolom Pale, maya-tsotsil, originario de Jocosic Huixtán, Chiapas.

Es psicólogo social y maestro en docencia por el Instituto de Estudios de Posgrado por la Universidad Maya. Escritor, traductor, investigador, ha cursado diversos diplomados y seminarios de creación y composición literaria.

En el 2004 obtuvo el Premio en Narrativa “Y el bolom dice…”; el Premio de ensayo indígena “Pueblos y palabras”, en el 2005; y el Premio de poesía indígena “Pat O’tan” organizados por el Centro Estatal de Lenguas, Arte y Literatura Indígena (CELALI), en el 2008.

Fungió como director de la Casa de la Cultura de su pueblo natal, Jocosic Huixtán, durante el 2006, y como investigador del área de ciencias del Programa Fomento al Desarrollo de las Ciencias y Artes Maya Zoque (FOCAMAZ), del 2007 al 2008. Fue becario del FONCA en 2010-2011 y coautor de los libros de poesía: El enemigo de la semilla (2004) Hay que llorarla para que brote su canto (2009) Conjuros (2011) Silencio sin fronteras (2011) y ¿Quién habita esta montaña? (2014).

Ha publicado artículos filosóficos como “La pérdida de rol y estatus del anciano indígena” (2012), “Belleza indígena” (2012), “Los intelectuales indígenas” (2012), “Vocabulario de la lengua tsotsil” (2013); así como de los títulos “Saberes y conocimientos tsotsiles en la educación intercultural” (2014) y “Huellas del tiempo: la colonización y pueblos indígenas” (2014).

Es autor del libro K’anel, funciones y representaciones sociales en Huixtán, Chiapas, (2010) y del poemario Sueños de pájaro (2015). Actualmente se desempeña como coordinador y docente del Departamento de Vinculación a la Comunidad y Servicio Social de la Universidad Intercultural de Chiapas y pertenece al cuerpo académico de Género e Interculturalidad. Es miembro de la Red de Etnoecología y Patrimonio Biocultural del Consejo Nacional de Ciencias y Tecnología de México. También es miembro de la Red América Latina, Europa, Caribe (ALEC) y de la Asociación Filosófica de México A.C.

Juan Gregorio Regino

Poeta y escritor mazateco, nace en San Miguel Soyaltepec, Oaxaca, el 5 de noviembre de 1962. Creció en las inmediaciones del Papaloapan, considerada una de las regiones con mayor diversidad oral en el país. Su apego a su lengua materna lo encaminó a la docencia, en la cual se desarrolló como profesor de educación primaria. La poesía y la gestión pública constituyen su trayectoria con importantes aportes al conocimiento y la difusión de las letras en lenguas originarias de México.

El Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) es su cuna académica, de donde se graduó como Licenciado en Etnolingüística en 1987.

De su pasión por la literatura indígena surgió su primer poemario en mazateco -idioma con el que aprendió a conocer el mundo, y cultura de cuya cosmovisión está impregnada su poesía- Tatsjejin nga kjobya, No es eterna la muerte, que vio la luz en 1994.

Dos años más tarde se hizo acreedor del Premio Nezahualcóyotl de Literatura en Lenguas Indígenas otorgado por el entonces Consejo Nacional de Cultura y las Artes y publicó el Alfabeto Mazateco, Variantes Dialectales (IOC-CIESAS, México, 1996), una de las mayores contribuciones lingüísticas para la etnia mazateca.

Su producción literaria consiste en una decena de títulos bilingües (español/mazateco) entre los que destacan Ña tjien iskjibena ngajñoho, Donde nos atrape la noche (2004); Én tsi’enga xtjotx’a k’ajmi, Palabras para abrir el cielo (Sep-Libros del Ricón, México, 2004) y Ngat’aara Stee, Que siga lloviendo (ELIAC-UNESCO, México, 1998). El idioma mazateco ha trascendido nuestras fronteras a través de su obra literaria, que ha sido traducida al italiano, francés, inglés, serbio y catalán. Intelectuales como Miguel León-Portilla, Eliot Weinberger, Jerome Rothenberg, Carlos Montemayor, Earl Shorris, Philippe Ollé- Laprune, Donald Frischmann y Betina Lilián Prenz, han estudiado su obra.

Su preocupación por el reconocimiento de las lenguas indígenas lo lleva a presentar, en 1999, la iniciativa de Ley sobre los Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas de México, de la cual es autor.

Actualmente se desempeña como Director de Desarrollo Intercultural en la Dirección General de Culturas Populares de Secretaría, donde coordina las Unidades Regionales de Culturas Populares, los Programas de Desarrollo Cultural Regional: Huasteca, Sotavento, Itsmo, Maya, Yoreme y el Programa para el Desarrollo Cultural de los Pueblos y Comunidades Indígenas (PRODICI).

Conozco la lengua del mundo
(Fragmento)

Be´an éhen ngasondiehe
[…]
Bé yije´an kó kji´í ngasondie.
Kuixi ts´afoatjiyajóna,
xi ts´abokóna, xi se´enchjajóna.
Ngat´e be´an éhén ngasondie.
Ngat´e be´an éhén naxihi.
Ngat´e be´an éhén chohon
[…]

Conozco la lengua del mundo
[…]

Puedo escuchar a quienes hablan,
a quienes ríen, a quienes lloran.
Voy descubriendo el misterio del mundo.
El mundo ya gira conmigo,
me enseña y me habla.
Porque yo conozco la lengua del mundo.
Porque yo conozco la lengua del cerro,
del trueno, del árbol y del día.
Porque yo conozco la lengua del sol.
[…]

Juan Gregorio Regino

Poeta mazateco nace en San Miguel Soyaltepec, Oaxaca, el 5 de noviembre de 1962. Creció en las inmediaciones del Papaloapan, considerada una de las regiones con mayor diversidad oral en el país. Su apego a su lengua materna lo encaminó a la docencia en la cual se desarrolló como profesor de educación primaria. La poesía y la gestión pública han constituido su trayectoria con grandes aportes al conocimiento y la difusión de las letras en lenguas originarias de México.

Su cuna académica se encuentra en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), de donde se graduó como Licenciado en Etnolingüística en 1987.

De su pasión por la literatura indígena nació su primer poemario en mazateco -idioma con el que aprendió a conocer el mundo, y cultura de cuya cosmovisión está impregnada su poesía- Tatsjejin nga kjobya, No es eterna la muerte, que vio la luz en 1994.

Dos años más tarde se hizo acreedor del Premio Nezahualcóyotl de Literatura en Lenguas Indígenas otorgado por el entonces Consejo Nacional de Cultura y las Artes y publicó el Alfabeto Mazateco, Variantes Dialectales de San Pedro Ixcatlán, San Miguel Soyaltepec, Jalapa de Díaz y San José Independencia (IOC-CIESAS, México,1996), una de las mayores contribuciones lingüísticas para la etnia mazateca.

Su producción literaria consiste en una decena de títulos bilingües (español/mazateco) entre los que destacan Ña tjien iskjibena ngajñoho, Donde nos atrape la noche (2004); Én tsi’enga xtjotx’a k’ajmi, Palabras para abrir el cielo (Sep-Libros del Ricón, México, 2004) y Ngat’aara Stee, Que siga lloviendo (ELIAC-UNESCO, México, 1998). El idioma mazateco ha trascendido nuestras fronteras a través de su obra literaria, que ha sido traducida al italiano, francés, inglés, alemán, etcétera.

Su preocupación por el reconocimiento de las lenguas indígenas lo lleva a presentar, en 1999, la iniciativa de Ley sobre los Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas de México, de la cual es autor.

Actualmente se desempeña como Director de Desarrollo Intercultural en la Dirección General de Culturas Populares de Secretaría, donde coordina las Unidades Regionales de Culturas Populares, los Programas de Desarrollo Cultural Regional: Huasteca, Sotavento, Itsmo, Maya, Yoreme y el Programa para el Desarrollo Cultural de los Pueblos y Comunidades Indígenas (PRODICI).

Conozco la lengua del mundo
(Fragmento)

Be´an éhen ngasondiehe
[…]
Bé yije´an kó kji´í ngasondie.
Kuixi ts´afoatjiyajóna,
xi ts´abokóna, xi se´enchjajóna.
Ngat´e be´an éhén ngasondie.
Ngat´e be´an éhén naxihi.
Ngat´e be´an éhén chohon
[…]

Conozco la lengua del mundo

[…]
Puedo escuchar a quienes hablan,
a quienes ríen, a quienes lloran.
Voy descubriendo el misterio del mundo.
El mundo ya gira conmigo,
me enseña y me habla.
Porque yo conozco la lengua del mundo.
Porque yo conozco la lengua del cerro,
del trueno, del árbol y del día.
Porque yo conozco la lengua del sol.

[…]

Las Tostadas Guerrerenses 

Por Ricardo Bonilla*

Ricas, crujientes y durillas las tostadas son de lo más sabroso en la Cocina Mexicana. Para elaborarlas se piensa que primero se ha de hacer una tortilla, la cual se ha de convertir en su crujiente versión, sin embargo, en Guerrero hay tostadas tradicionales que demuestran lo contrario.

Quien sabe lo que es un “totopo” de la Costa Grande de Guerrero sabe que esa “tostada” es cuadrada, rugosa y muy compleja de elaborar, sólo una Maestra Cocinera Tradicional las puede hacer.

Para su confección es forzoso ser muy hábil en el uso del metate porque la masa, que está pensada para el totopo desde un inicio, se coloca al filo del artefacto, desde donde se empuja para que otras manos reciban en un paño al totopo, el cual va cayendo acompasadamente, al ritmo de quien lo elabora. Si le da muy fuerte se rompe, si le da muy lento no sale, si quien recibe al totopo no se armoniza con quien lo va trabajando en el metate, se desprende la masa y no se alcanza a lograr la forma, que al final deberá ser un rectángulo.

Una vez terminado el totopo, se coloca sobre el comal, no hay forma de usarle como tortilla, pues si se intenta, sus finísimas líneas blandas ceden y ya no se logra. Forzosamente se deberá esperar su cocimiento total. Así se hace el totopo.

Otra extraordinaria tostada es la “raspada”. Se trata de una tortilla que al llevarse al colmal, sólo se le gira sobre su propio eje buscando la cocción por una cara, su reverso apenas logra la cocción pues justo cuando tiene la consistencia correcta, se le vuelve a sacar del comal y se le coloca una vez más sobre el metate para rasparle esa parte no cocida con la mano del metate.

El arte de hacer esto es otra vez de un gran nivel, pues presionar lo suficiente y arrasar al mismo tiempo la cara que quedará raspada es toda una prueba de destreza. Pocas cocineras tradicionales podrían hacer esto con la habilidad suficiente como para lograr retornar al comal la, ahora, “tortilla raspada”. Ahí, finalmente, se terminará de dorar para ser una tostada diferente. Un arte crujiente que si no se observa no se nota.

Los últimos dos ejemplos de tostadas poco comunes, aunque más accesibles a quienes desean hacer tostadas no dejan de sorprender por su elaboración.

Se trata de las tostadas “rayadas” y “mestizas”. Estas son muy amables en su confección porque cuando a penas se van cociendo se les cuadricula o se les quiebra una cara.

Aunque no es compleja y resulta hasta ingenua su variación, lo lindo es pensar que alguien tuvo la imaginación e iniciativa para darle una cara y un nombre diferente a un producto tan sencillo.

¿Qué cosmovisiones encerrarán cada cual?, no lo sé, eso amerita otro viaje donde este tipo de ricos contrastes con lo usualmente conocido lleve a la resolución de estas incógnitas.

Ideadas desde su origen como tostadas y no como tortillas, estas crujientes maravillas de maíz tienen un método y unas técnicas específicas para su elaboración, en donde nunca se previó su posible tránsito como tortillas.

Las cocineras tradicionales prevén su resultado final desde la selección del maíz, su nixtamalización, molienda y conformación de masa que será procesada para llegar a expresarse con una tronante consistencia y una rica gama de texturas.

Mientras tanto, espero que quede en la mente este acercamiento a un mundo amplio en gratas variaciones, manifiestas, como en este caso, en el arte de la tostada, círculos, rectángulos y formas preciosas de la Cocina Mexicana.

 

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*Ricardo Bonilla es investigador, asesor y crítico gastronómico. Escribe en Saborearte, el Conocedor y Animal Gourmet. Es catedrático en el Colegio Superior de Gastronomía, Centro Culinaro Ambrosia y Culinary Art School; vicepresidente del Comité de Turismo del Premio Nacional de Calidad; asesor del Conservatorio de la Cultura Gastronómica Mexicana.Escribió para el libro Ven a Comer de SECTUR. Prologó la segunda edición del libro Recetario tradicional del Distrito Federal No.58 de la colección Cocina Popular e Indígena, DGCP, CONACULTA. Con el Chef Ricardo Muñoz Zurita elaboró el Diccionario Enciclopédico de la Cocina Mexicana. Ha laborado como crítico e investigador del Chef Daniel Ovadía y es director propietario de la agencia de Recorridos Gastronómicos “Come México”.

Los mayas

Los mayas son una civilización de riqueza cultural milenaria. Sus ancestros eran sabios que contaban con grandes conocimientos en astrología, arquitectura y medicina, tenían profundas creencias hacia sus dioses, que eran representaciones divinizadas de la naturaleza que los rodeaba. Contaban con una cuenta calendárica que aún a la fecha impresiona por su precisión, sabían de cuentas numéricas y conocieron el “cero”, antes que muchas otras civilizaciones.

Algunos de los estados que habitan son Yucatán, San Luis Potosí, Campeche, Chiapas, Quintana Roo y Tabasco. Forman parte de la familia lingüística mayense, que cuenta con una gran variedad de lenguas por todo el territorio que ocupan: el ch´ol, el tzeltal, chuj, kanjobal, motozintleco, mam, quiche´, kekchí, yucateco.

A la lengua maya “pura” la nombran jach maya y a la “mezclada” o bilingüe (maya-castellano) la llaman xe´ek, que se da principalmente en el comercio. Desafortunadamente, para los mayas es difícil confrontarse con una realidad dominada por los mestizos, porque en muchos sitios sólo se habla el español y en lugares como los centros de salud esto representa una posición de desventaja para los mayas en cuanto a comunicación y entendimiento.

Generalmente las generaciones más jóvenes rechazan hablar la lengua indígena ya que piensan que es “anticuada”, no es funcional en la vida contemporánea y no les da “prestigio” entre su comunidad. La televisión y otros medios de comunicación masiva influyen en los estilos de vida y moldea el pensamiento que los jóvenes pretenden adoptar e, incluso, los orilla a elegir el español como el idioma que quieren ocupar, preferentemente sobre el maya.

Los mayas para sanarse, primero recurren a la medicina herbolaria, muchas de las yerbas y cortezas que utilizan para su sanación son endémicas ya que sus suelos son fértiles y muy distintos a los de cualquier otro sitio geográfico ya que esta zona se caracteriza por tener una superficie kárstica, que es formada debido a la erosión fluvial que a su vez hace que se formen surcos en forma de lajas de donde crece la mayoría de su flora, misma que cuenta con una gran diversidad.

Muchas de las mujeres embarazadas, siguen acudiendo con parteras que comparten su misma lengua y les permite ser atendidas en su propia casa, esto les permite tener mucha más confianza, aunque algunas parturientas prefieren atenderse en clínicas.

El territorio maya destaca por su belleza, conformado por selvas tropicales, misma que abarca 10.3 millones de hectáreas, se extiende por Belice, el norte de Guatemala y a través de la Península de Yucatán en México, cuenta con una gran variedad de flora y fauna. Hay también islotes y arrecifes, como en Belice; manglares en Quintana Roo, Campeche y Yucatán; y sabanas en Sian ka´an o “el lugar en donde nace el cielo”.

En Yucatán, uno de los paisajes más hermosos lo conforman los cenotes, que son estanques subterráneos de agua manantial, a los que los mayas denominaron ts´ono´ot, que significa pozo o abismo, en estos los mayas realizaban sacrificios tanto humanos como animales y ofrecían ofrendas a sus dioses.

Eran considerados fuentes de vida pero también eran considerados el lugar en donde descansaban las almas de los muertos, para los antiguos mayas entrar a un cenote, era entrar al inframundo.

Debido al alto grado de turismo que hay en Yucatán, Cozumel, Isla Mujeres y principalmente Cancún, a los mayas más jóvenes les interesa ser guías turísticos para su obtención monetaria y esto los obliga a hablar lenguas extranjeras, así como el castellano, en vez de su lengua. Sin embargo a través de la tradición oral se han creado y conservado algunas poesías para el rescate de su lengua.

Otro elemento distintivo que ha distinguido a los mayas ha sido su vestimenta, que para las mujeres es el xocbi chuy o hipil que tiene bordado el cuello con hilos de colores, en punto de cruz, usan enagua, ocupan rebozos y van descalzas.

Los hombres visten de camisa de manga larga de manta y pantalón también de manta, para ir al campo ocupan normalmente sombrero de palma, hacen uso del kotín que es una especie de delantal, de calzado ocupan alpargatas que anudan con hilo de sooskil o henequén. Actualmente tanto el uso de sus vestimentas tanto cotidianas como tradicionales ha disminuido por al alto costo que tienen los materiales de los que están hechos.

Esta cultura cuenta con demasiadas creencias, entre ellas está la concepción del mal de ojo y de los malos aires o iik´o´ob, estos se pueden curar a través de rezos que son nombrados loj kubao y estos los realiza el h-men, estos aires pueden ser causados por otras personas o por entidades que habitan y resguardan los campos y que son llamados aluxes. Los mayas, sin embargo también creen y adoran a los santos, ya que estos los protegen.

El h-men, junto con otros participantes piden por buenas aguas ya que las consideran “santísimas” para la tierra, los niños croan como rana para que venga la lluvia mientras los h-men rezan en maya y se le ofrenda pozol o saka´.

Se le pide perdón a deidades como la Virgen Verónica, a los guardianes de los montes y a los que cuidan a los elementos y también al dueño de los animales silvestres antes de ocupar la tierra para sembrar ya que al hacerlo mueren algunos de estos animales. Antes de comenzar a trabajar alguna tierra debe pedírseles permiso a los aluxes para que así los campesinos trabajen sin ningún problema.

Los mayas para sanarse primero recurren a la medicina herbolaria, en el caso de las mujeres embarazadas, muchas siguen acudiendo con parteras que comparten su misma lengua y les permite ser atendidas en su propia casa, aunque muchas otras prefieren atenderse en las clínicas.

Esta cultura originaria cuenta con un gran conocimiento en medicina herbolaria, en cuentas calendáricas y de siembra. Cuentan en su mayoría con un gran valor espiritual, así como una gran riqueza lingüística, que atrae sin duda a personas de distintas nacionalidades.

Colaboradora Ana Karen Quiroz

Foto Isaac Arias

Con información de la CDI y The Nature Conservancy

Culturas Originarias
Guarijíos

Tribu de semisedentarios que se autodenominan como macurawe o macuragüi, los que agarran la tierra o los que andan en ella; esto en Sonora, por el río Mayo (arroyo de Guajaray) y se llaman (warihó) en Chihuahua localizados en la Sierra Madre Oriental, representan un vínculo entre los tarahumaras y los mayos.
Son cazadores-recolectores. Su lengua es perteneciente al grupo nahua-cuitlateco, del tronco yuto-nahua, de la subdivisión cahíta-tarahumara.
Debido a su tipo de alimentación (principalmente de frutos, raíces y semillas) llegaron a dominar, 123 variedades de plantas comestibles y 17 medicinales, para lograr cultivos de temporada “mahuechan”, o preparan al terreno en meses en donde hay lluvias.
Para la protección de las semillas en Sonora, se cuenta con un “sonogori” en donde se almacenan las semillas preservándolas de los roedores y aves. Su indumentaria consta para los hombres, de “zapeta” o taparrabo confeccionado con manta. Las mujeres usaban falda sin blusa, esto hasta mediados del siglo XX. La utilización del sombrero de palma distingue a la tribu.
Sus fiestas y celebraciones tienen relación conel calendario agrícola y con el calendario doméstico que se representa en las fiestas “tuguri”, celebradas en Semana Santa; sus creencias están relacionadas con la tierra, el agua, la naturaleza, la Virgen (madre de Todos) y Dios (creador del hombre) a él lo simbolizan con una cruz.
Es a él al que le piden con la danza de “La Pascola” tener lluvia y abundancia en las cosechas, mientras los músicos tocan el arpa y el violín y las mujeres bailan “la Tuburada”, estas mismas danzas se realizan en la fiesta de la “cava-pizca”, pero en esta canta el rezador nombrado “maynate” quese dirige a la cruz.

DANZANTE

El 3 de mayo es cuando se celebra la fiesta de la Santa Cruz. Durante estas fiestas se comen tamales, pozole y se toma tesgüino (bebida de maíz fermentado), tepache (de arroz), bacanora y  batari o mezcal. Su religión es una mezcla de su propia cosmovisión y de la doctrina católica.
La visión de los Guarijíos de su mundo se halla relatada en mitos y en leyendas. Uno de ellos es el de la creación de los hombres que fueron moldeados de barro por Dios que intentaba poblar a toda la sierra pero como no le alcanzó el barro, ocupó ceniza con agua, se dice que los Guarijíos son los que Dios creó de barro y se caracterizan por ser morenitos y muy fuertes, también son buenos trabajadores, mientras  los Yori son los creados con ceniza y se caracterizan por su color más pálido y por ser más débiles.
Los Guarijíos elaboran artesanías con productos que tienen a la mano como son cestos de palma, llamados guaris, recipientes de barro o sigorí, producen bolsas, zapatos o tehuas, monturas y chaparreras de piel de vaca o de cerdo.
Se relacionan e intercomunican principalmente con los tarahumaras, con los rarámuris y con los mayos. Aunque tienen también relación con los “Yoris” o blancos para mercar con sus productos y artesanías.

Maroma o circo campesino, Puebla

Maroma o Circo Campesino

La maroma o circo campesino tuvo gran auge en las fiestas tradicionales de la región mixteca durante el siglo XIX. En el estado de Puebla la abrigaron comunidades como Coyotepec, Tepexi de Rodríguez, San Mateo Soyamalasco, Tonahuixtla, Acatlán de Osorio, el Rosario Micaltepec, Gabino Barreda, entre otras.

Las maromas están integradas por ocho o doce artistas que presentan al público números circenses como acrobacias, trapecios o barras metálicas. El “versador” es uno de los personajes más carismáticos al que acompaña una banda musical mientras ofrece sus versos al público que desatan las risas.

Actualmente es una práctica cultural en riesgo de desaparición en el estado de Puebla, ya que sólo queda un grupo de maroma conformado por personas mayores. Esta expresión también tiene presencia en el estado de Oaxaca, en los municipios de San Jerónimo Xayacatlán y Huajuapan de León.

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Globos de papel de china

foto4En la tradición totonaca, las festividades de muertos se extienden siete días después del 2 de noviembre y los pueblos visten el cielo de colores con inmensos globos de papel de china de dimensiones monumentales que alcanzan 20 metros de altura. Todos los ejemplares con la cualidad de recordar a los parientes muertos. En algunos pueblos, durante las noches se elevan globos de cantoya para celebrar un año más de vida pero las luces que iluminan el firmamento están dedicadas a quienes vuelven a sus casas a comer tamales.

El globo de papel de china es una representación del mundo inmediato porque los seres humanos han convivido con la naturaleza y a partir de ella crean estos símbolos; ahí están representados los animales, las frutas, los objetos y seres inanimados que albergan los mitos y leyendas de la comunidad totonakú. Los colores también representan elementos de la naturaleza y así es como los nombran; por ejemplo, el vocablo ‘Tsitsakga’ (negro) es el color de la noche; ‘Spupuku’ (azul) es el color del cielo; el ‘Tsotsokgo’ (rojo) es color de la lumbre y el ‘Xtakgni’ (verde) es color de la naturaleza.

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Al elevar el globo los niños lo siguen, pasando por barrancas cafetales, potreros, arroyos, hasta que cae y lo traen a casa para volverlo a elevar tantas veces seas necesario. Mientras  que los jóvenes se organizan mejor, elaborando globos más vistosos, combinando colores y creado nuevas formas  y figuras.

foto4    Globoredes

La creación de globos de papel de china se hacía originalmente con la resina del árbol llamado hule, del que se extraía pegándole con una piedra, del bejuco que también proporcionaba un líquido que servía para pegar el papel, así como de otros adhesivos naturales que usaron antes de incorporar el resistol.

Cada año, la comunidad se organiza para celebrar los muertos después del 2 de Noviembre con esta colorida práctica que permite reforzar los valores culturales del mundo que los rodea e intercambiar experiencias de las tradiciones culturales vivas.

Diana Kennedy: navegante de la cocina mexicana

10 DK-Alejandro Mendoza

Ella es considerada una institución de la cocina de nuestro país.

A lo largo de casi seis décadas, ha recorrido distintas regiones del territorio nacional para recabar antiguos conocimientos y saberes de las cocinas regionales de México, además de que ha sido ampliamente reconocida y multipremiada por sus producciones literarias y trabajos

La propia Diana Kennedy ha referido que su interés por la cocina comenzó a surgir cuando se integró a un grupo de jóvenes mujeres que sirvieron en labores forestales durante la Segunda Guerra Mundial, en sustitución de los hombres que se encontraban en el frente de batalla, y ella participaba de la preparación de alimentos asados a la leña, como: sándwiches, papas y cebollas, alimentos consumidos en ese tiempo por el común de los europeos.

Su curiosidad más tarde la llevó a viajar a las islas del Caribe, y allí descubrió nuevas texturas, formas, colores y sabores de los alimentos, algo totalmente diferente a lo que ella conocía en Europa. Se casó con el periodista Paul Kennedy, a quien acompañó a México debido a su trabajo como corresponsal del New York Times. Lo anterior resultó ser un acontecimiento definitivo en la experiencia de vida de esta cocinera e investigadora de origen británico.

03 DK-Nuccio DiNuzzo

Llegar a México significó todo un suceso, no sólo por descubrir a cada paso más y más novedades de cocina, sino también por conocer la nobleza de las mujeres mexicanas. Fueron ellas quienes le dieron sus primeras lecciones de gastronomía local. Amas de casa y empleadas domésticas le compartieron sus secretos para elaborar, por ejemplo, las tortillas de maíz o el adobo de conejo, entre tantas recetas. Encontró que los platillos originales de México son una fiesta para los sentidos, además de que poseen un valor nutricional intrínseco.

Ese primer encuentro con México la motivó a realizar posteriores excursiones a lo largo y ancho del territorio nacional para visitar poblados remotos. Nunca fue tan apropiada la expresión de que ella llegaba a esas viviendas para “entrar hasta la cocina”. Al estar cerca de herederas de saberes ancestrales, aprendió a preparar distintos tipos de alimentos que se consumen en los pueblos de México.

Esto fue sólo el comienzo de varias décadas de investigación, de estudio, lo mismo que de enseñanza, así como de una continua concientización del valor de la agricultura en México, trabajos infatigables que renuevan las esperanzas de que subsista la cocina tradicional mexicana, al tiempo que ha destacado el valor de sus ingredientes por su innegable valor nutricional.

06 DK-Lesley Téllez

Las anteriores no han sido sus únicas pasiones. Diana Kennedy ha hecho una firme defensa de las plantas nativas de México con la finalidad de evitar su extinción, ya sean las distintas variedades de maíz y de chiles, o la divulgación de otras como la vainilla y distintas especies de plátanos. De la misma manera, enseña a disfrutar el valor de lo auténtico, a conocer –por ejemplo– el verdadero sabor de una tortilla de maíz elaborada con un adecuado proceso de nixtamalización.

Por sus valiosas aportaciones académicas y contribuciones para documentar la riqueza de las cocinas regionales de México, Diana Kennedy recibió la Orden del Águila Azteca, que es la máxima presea que otorga el Gobierno a extranjeros destacados por sus aportaciones al país, entre otros reconocimientos que le entregaron otros organismos públicos así como asociaciones de profesionales de cocina.

Son casi 60 años de encuentros de Diana Kennedy con la cocina nacional, recopilados en algunos de sus libros como: Las cocinas de México, El arte de la cocina mexicana, Lo esencial de las cocinas mexicanas, Oaxaca al gusto, entre otros. Su afán por la permanencia de los sabores originales fue lo que la motivó a construir en su propio rancho de Zitácuaro, Michoacán, un espacio para recrear la cocina mexicana, en el que también utiliza instrumentos tradicionales e ingredientes naturales.

04 DK-Diana Kennedy Center

En ese mismo espacio imparte clases en las que transmite conocimientos acumulados durante años de recorrer aquellos pedregosos caminos en los que visitó poblados y reunió recetas e ingredientes, con el mayor deseo de que éstos, que han sido transmitidos de madre a hija a lo largo de las generaciones, persistan frente el inminente riesgo de perderse para siempre.

Homenaje a Narciso Lico Carrillo

Músico y compositor tradicional, hablante zapoteco, dirigió nueve sistemas que integran a más de 114 agrupaciones comunitarias en el Sistema Nacional de Fomento Musical del Conaculta.

Fue merecedor del Premio Nacional de Ciencias y Artes en el 2003, en el rubro de las Artes y Tradiciones Populares, por su amplia trayectoria como compositor, arreglista, copista y forjador de varias generaciones de nuevos músicos; además por su conocimiento y destreza en la ejecución de instrumentos como el bombo, el saxor, saxofón alto y la trompeta.

Narciso Lico Carrillo nació el 18 de marzo de 1956 en el municipio de Villa Alta, en la Sierra Norte de Oaxaca. Hablante de su lengua materna, el zapoteco, inició su formación musical a los 12 años y tuvo una notable participación al integrarse a la Orquesta Sinfónica de la Secretaría de la Defensa Nacional y en el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

Su obra está conformada por más de 340 obras, entre valses, danzones, zapateados, boleros, cumbias, polkas, sones y jarabes, entre otros; algunas de ellas han sido interpretadas por bandas de Oaxaca, México y países como Estado Unidos y Canadá.

Fue acreedor de varios premios y reconocimientos, otorgados por importantes instancias como la SECULTA, la estación de radio XEGLO, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), y la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca (FAHHO).

En 2013 se hizo acreedor al Premio Nacional de Ciencias y Artes otorgado por la Secretaría de Educación Pública (SEP), en el rubro de Artes y Tradiciones Populares.